Fuente: Blog Médico Crítico
En los últimos días me acompaña en la consulta una estudiante de 3º de medicina. Resulta un ejercicio muy estimulante no solo de docencia sino casi más de aprendizaje y autoanálisis, de lo que hacemos y de cómo lo hago.
El primer día que vino fue un lunes. Los lunes son malos para tener un estudiante y para casi todo. La gente consulta no solo por los problemas que les han surgido el día antes, sino los tres antes. Se acumulan los partes de baja de los pacientes que tienen que renovarla el fin de semana. Y por supuesto, a todos los pacientes que han sido atendidos de urgencia les han dicho que los tiene que revisar su médico, haga falta o no.
El resultado es una consulta saturada, sin mucho tiempo para comentar nada y muy burocrática, entre partes, recetas e informes que se interponen entre nosotros y los pacientes.
Y encima, no salimos a hacer ninguna visita
La estudiante, encantadora, agradecida y muy bien educada, me dijo que le había resultado muy interesante y que había aprendido mucho. Pero yo se que en el fondo se fue pensando que vaya trabajo de mierda tenemos, que lo que siempre había oído de los 5 minutos por paciente es una triste realidad y que estamos enterrados en papeleo.
Y pensé que era verdad, que vaya mierda de consulta, que así es imposible trabajar y que lo que hacemos no sirve para nada.
El segundo día que vino no era lunes. Últimamente tenemos la consulta tranquila, así que incluso tuvimos citas sin ocupar y más tiempo para dedicarle a cada paciente, para enterarnos bien de lo les preocupa, como iba aqeullo que nos consultó la última vez y preguntarle al final ¿y algo más que quiera contarnos?.
Y para comentar entre uno y otro, comentar pacientes y hablar de medicalización, de prevención cuaternaria y de determinantes sociales de salud.
Vino un paciente con una epicondilitis que no había mejorado con reposo y analgésicos y lo citamos para hacerle una infiltración. Explicamos a una chica joven que no tenía necesidad de ir al ginecólogo para una revisión rutinaria y que lo único que necesitaba era una citología que le haríamos nosotros. Y la estudiante vio que no todo es hacer papeles.
Acudieron 2 pacientes «malos», una con una arritmia que le hacía asfixiarse y que todavía sigue ingresada y otro con problemas varios cardiológicos y neurológicos que se desmayó en la sala de espera, una autentica «emergencia». Y la estudiante vio con sus propios ojos que cuando los pacientes consultan por patología orgánica no es siempre por un catarrito.
Atendimos a una paciente de las habituales, de ochentaytantos, con múltiples achaques pero un animo a prueba de bomba y nos contó 2 chistes guarros, uno de ellos que incluía una cabra.
Nos contó otra entre lágrimas que a su marido de treintaypocos que lleva 3 años luchado contra un cańcer metastásico le han dado el alta los oncólogos porque no van a realizar más tratamiento activo y quedamos con ella en ir a verlos a casa en 2 días
Y la estudiante probablemente se dio cuenta de que nuestra relación con el paciente es diferente.
Vinieron 2 pacientes con problemas sociofamiliares importantes a los que he estado citando en consultas programadas y que habían hecho algunos progresos, y la estudiante entendió que no siempre las consultas duran 5 minutos.
Y cuando acabamos la consulta, después de llamar a un paciente al que había atendido el día antes para preguntarle como estaba con el tratamiento que le había puesto y a la médica de hospitalización domiciliaria para hacerle una visita conjunta al paciente joven del cáncer, nos fuimos a atender a 2 pacientes en su domicilio mientras le explicaba las características del barrio. Y la estudiante pudo aprender que la medicina no se ejerce sólo en la consulta.
Cuando se iba a su casa, me volvió a decir mas o menos lo mismo que la vez anterior, que había sido muy interesante y que había aprendido mucho, pero esta vez se le notaba en los ojos que era verdad.
Y yo pensé que tengo el mejor trabajo del mundo, que tengo el raro privilegio de entrar en la vida de la gente desde el nacimiento a la muerte y ser testigo de sus alegrías y sus miserias y hacer una labor maravilloso aliviando los dolores del cuerpo y del alma.
Y pensé en lo triste que es que en mayo acabe la residencia y me vea abocado en el mejor de los casos a ser un jornalero de la medicina de familia, una sustiputa (Rober Sanchez dixit) sin cupo atendiendo a desconocidos y mis consultas sean todos los días consultas de lunes.
Publicado por Enrique Piriz en 22:14